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Entre los ejercicios y herramientas más recomendadas y más valiosas en el camino del autocrecimiento y el autoconocimiento se hallan la oración y la meditación, junto a prácticas de apoyo que trabajan el campo bioenergético. Son mayormente conocidas con términos hindúes, como mantras, sutras, mudras y asanas, incluyendo el uso de símbolos sagrados y mandalas.
Muchos desconocen los términos y algunos confunden la oración y la meditación, creyendo que se trata de lo mismo. Sin embargo, aun cuando son dos técnicas semejantes en el sentido de acercarnos al mundo espiritual, existen diferencias que es necesario conocer para darles el uso más adecuado, según lo que deseemos y/o tengamos que trabajar a través de la práctica espiritual.
En qué consiste la oración
En el idioma hebreo “oración” proviene de “tefilá”, que significa intercesión, súplica y ruego. En el idioma griego viene de la palabra proseuchomai, que significa suplicar, adorar, hacer oración, orar y pedir; y de proseujé que significa orar fervientemente.
Es una práctica propia de toda religión que se transmite a los seguidores de generación en generación.
En la web oraciones catolicas.org se define la oración como «una conversación con Dios; el intercambio del alma con Dios. No se habla así de contemplación o meditación, sino de una alocución directa Dios.
La oración puede ser oral o mental, ocasional o constante, jaculatoria (una oración muy breve que se lanza en una sola emisión de aire), o un rezo más formal. En esencia se dice que la oración es una “rogatoria al Señor” (Ex. 32:11); “verter el alma ante del Señor” (1 Sansón. 1:15); “orando y clamando al cielo” (2 Chr. 32:20); “solicitando ante Dios y suplicando” (Job 8:5); “acercándose a Dios” (Ps. 73:28); “doblando las rodillas” (Efesios 3:14).»
«La oración puede ser individual o comunal y puede realizarse en público o en privado. Puede involucrar el uso de palabras o de cantos. Cuando se usa el lenguaje, la oración puede tomar la forma de un himno, declaración de fe, o un pronunciamiento espontáneo de la persona que reza.»
Los diferentes tipos de oración
Hay distintas clases de oración como:
- Oraciones de súplica
- La oración de peticiones
- Oraciones de acción de gracias
- Oraciones con el propósito de adoración y alabanza
- Oraciones para solicitar guía, ayuda, confesar pecados o para expresar los pensamientos y las emociones de una persona.
Así, las personas rezan por muchas razones, como un beneficio personal o por el bien de los demás. «La oración presupone una creencia en la personalidad de Dios y los Ángeles, su habilidad y su voluntad de intercambiar con nosotros su control personal sobre todas las cosas y sobre todas sus criaturas y todas sus acciones».
La mayoría de las oraciones implican el rezo y las plegarias como parte de su esquema. Se usan para ello las oraciones conocidas en muchas religiones. El Padre Nuestro, Ave María y las Glorias por ejemplo, son parte de todo rezo católico.
Como forma de dar persistencia a los pedidos se establece un tiempo de oración consecutivo. El lapso más conocido es el de las novenas (nueve días), pero también son válidos los rezos continuados por siete, por ocho días y hasta 40 días.
Estos lapsos se establecen sobre todo cuando se desea pedir la intercesión de algún ser de luz, particularmente los Ángeles y los Santos. Es un ejercicio de devoción que se practica para obtener alguna gracia o pedir por una determinada intención.
Meditación como forma de conversación interior
La meditación se emplea desde hace más de 3.000 años. Durante mucho tiempo se consideraba una práctica reservada a los budistas, a seguidores de filosofías como el zen, o incluso a personas con un cierto toque excéntrico.
En Wikipedia se explica que «la palabra «meditación» viene del latín meditatio, que originalmente indica un tipo de ejercicio intelectual. En el siglo XIX la teosofía adoptó la palabra para referirse a las diversas prácticas de recogimiento interior o contemplación propias del hinduismo, budismo y otras religiones orientales».
La meditación se caracteriza por tener algunos de estos rasgos:
- Un estado experimentado cuando la mente se disuelve y es libre de sus propios pensamientos, lo que no significa que necesariamente se tiene que poner la mente en blanco.
- Un estado de concentración sobre la realidad del momento presente.
- Una concentración en la cual la atención es liberada de su común actividad y focalizada en Dios (propio de las religiones teístas).
- Una focalización de la mente en un objeto de percepción, como por ejemplo la respiración, una posición o parte del cuerpo, una recitación de palabras constante o la visualización de una imagen (sutras , mantras, símbolos y mandalas).
- Una concentración y/o visualización con una determinada intención emocional, mental o espiritual.
La meditación es una herramienta que sirve para introducirnos en nuestro interior y ver nuestras deficiencias psicológicas, emocionales energéticas y físicas. La idea es que desde el conocimiento de lo que somos en realidad, podamos comenzar el camino de nuestra propio crecimiento y recuperación.
Oración y meditación: sus usos
De acuerdo a las anteriores explicaciones, entendemos que con la oración hablamos y pedimos a Dios y con la meditación escuchamos a Dios en nosotros mismos.
Ambas prácticas son necesarias y útiles en nuestro proceso de autoconocimiento y crecimiento interior, pues orando y conectándonos con Dios, abrimos los canales para permitir la manifestación de su fuerza en el plano físico. Mientras, con la meditación abrimos nuestros propios canales internos para manifestar las fuerzas espirituales en el físico.
La oración ofrece ayuda y fortaleza en momentos de crisis y debilidad, sobre todo cuando un problema nos sobrepasa. Aunque también es útil en momentos de felicidad. Permite establecer un puente espiritual para solicitar la ayuda necesaria, a sabiendas de que existen fuerzas superiores a las humanas que operan en el mundo, que al ser evocadas actúan en nuestro auxilio, aun cuando sean desconocidas y poco comprendidas por nosotros.
La meditación ofrece intuición, comprensión y conocimiento, tanto de nuestras debilidades como de nuestras fortalezas, con lo cual obtenemos orientación acerca de qué pasos dar en el camino de la vida y en el espiritual. Permite ejercer nuestra propia capacidad de autoayuda y de ayuda a otros, con consciencia de las fuerzas espirituales que operan en nosotros mismos y en el mundo.
Podemos combinar ambas herramientas a fin de resolver problemas o avanzar en el conocimiento y crecimiento interior. Cuando nos sentimos y nos sabemos indefensos y hasta incapaces ante las circunstancias, la oración nos da fortaleza y fuerza para proseguir.
Cuando deseamos que Dios interceda por nosostros o nuestros seres queridos y semejantes, la oración invoca a las fuerzas superiores para que se manifieste la asistencia necesaria.
Incluso, cuando estamos felices y recibimos dones y bienes, la oración sirve para agradecer a la Fuente Suprema por nuestros merecimientos.
Por otra parte, cuando nos sentimos confusos, desorientados, dudosos, llenos de conflictos y turbulencias internas, ejercicios y técnicas espirituales, combinados con la meditación son las herramientas más pertinentes. Nos ayudan a calmar la mente y las emociones a fin de escuchar al Yo Superior, Ángeles, guías superiores o a nuestra verdadera voz interior, que nos indicarán el mejor camino a seguir.
El dominio de técnicas meditativas lleva tiempo. Implica cambiar hábitos, conductas y costumbres, pues la meditación nos ayuda a conocernos -incluso viendo y comprendiendo nuestro lado oscuro- para ir dominando poco a poco a nuestra mente, emociones, actitudes y hasta el cuerpo físico.
Ejercicios y técnicas como herramientas espirituales de apoyo
Por las razones antes expuestas es muy útil alternar las prácticas de oración y meditación, y combinarlos con la realización de ejercicios y técnicas.
Así, si nos sentimos en conflicto interno, indecisos y hasta llenos de miedo, ira o tristeza, es difícil alcanzar la paz mental y emocional necesaria para entrar en meditación y escuchar mi voz interior o guía superior. En este caso servirá hacer primero ejercicios de respiración o cualquier otra técnica.
Estos ejercicios y técnicas muchas veces implican el uso de otras herramientas, conocidas con los términos hundúes sutras (repetición de frases) mudras (gestos), asanas (posturas) y mandalas y símbolos sagrados.
El objetivo es adecuar los cuerpos mentales, astrales y físicos del practicante a concentrarse y ubicarse el mayor tiempo posible en dimensiones espirituales, a fin de dominar y hacer hacer más eficaces a la oración y la meditación.
Una vez en calma, seguramente recibiremos asistencia superior. Podremos entrar en estados meditativos para que nuestra voz interior nos guíe hacia la acción más adecuada para corregir y solventar la situación. Si la situación o las acciones requeridas rebasan nuestra capacidad la oración para pedir intercesión y ayuda sería la herramienta más adecuada.
La la revelación, la inspiración, la orientación, la protección y hasta la aceptación de algunas circunstancias desagradables, pueden llegar a nosotros al trabajar con una sabia mezcla de oración y meditación.
Se complementan con ejercicios a través de los cuales se corrigen algunas debilidades del campo energético (conectar a tierra, liberar bloqueos energéticos, armonizar chakras, por ejemplo). Estas técnicas de apoyo además estimulan los sentidos físicos en función de concentrarse en palabras, textos, gestos, posturas e imágenes que evocan con planos espirituales.
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