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La palabra vela procede del latín ‘candere’ que significa brillar. Desde la prehistoria, el hombre utiliza el fuego como modo de supervivencia, tanto para espantar animales como para iluminar sus cuevas. Claro que en ese tiempo no existía la cera, pero se ayudaban con ramas secas, pelo de animal y grasa o cebo.
En la iglesia histórica, las velas se han usado tradicionalmente para indicar el comienzo de la adoración. En el Antiguo Testamento, cuando Dios le dio a Moisés la dirección para instalar el tabernáculo en el desierto, el candelabro ramificado era una de las principales piezas de equipamiento y mobiliario del mismo tabernáculo.
Por supuesto, esto fue en los días previos a la luz gas, y luego a la luz eléctrica. Sin el candelero, el Tabernáculo habría sido completamente oscuro.
Pensamos con ello en la religión judía, en el encendido de velas en la noche del viernes, para celebrar el comienzo del Shabat, o la Fiesta de Janucá, la Fiesta de las Luces, en la cual cada noche durante ocho días consecutivos se enciende una vela que conmemora la consagración de un nuevo altar en el Templo de Jerusalén después de la libertad conquistada por los invasores helénicos.
Aún así, los judíos tienen la costumbre de encender una vela que dura 24 horas para recordar el aniversario de la muerte de un ser querido.
Esta tradición también fue heredada por la iglesia católica. Por ello se usa la Vela Bautismal y la Vela Pascual (noche del Sábado Santo hasta el Domingo de Resurrección). Se utilizan además las Velas de Adviento (los 40 días antes de Navidad) y en la Fiesta de las Luces (celebración del Día de la Candelaria).
En los tiempos modernos, la iglesia católica con frecuencia anima a las personas a encender una vela cuando oran por alguien o cuando se hacen novenas y peticiones.
En las iglesias estatales tradicionales, como la iglesia anglicana, todavía se pueden observar velas encendidas para indicar el comienzo de un servicio de adoración. Sin embargo, la mayoría de las iglesias protestantes no encenderían velas específicamente para los servicios, a menos que sea cerca de la época navideña, cuando se ven con frecuencia, aunque no tienen necesariamente un significado espiritual.
Vemos así como desde tiempos remotos las velas forman parte de diversos tipos de rituales de adoración en todos los niveles. Brujos, chamanes, católicos, judíos, budistas e hindúes, incluso los grupos de la Nueva Era o New Age, todos incluyen a las velas en sus prácticas.
El significado de las velas: la luz
En la cultura occidental, la luz de una vela tiene un significado profundo. Varias personas acuden a ella en busca de respuestas, para hacer peticiones, para encontrarse consigo mismos mientras meditan o permanecen en silencio, para relajarse o incluso para compartir un momento íntimo con otra persona.
De hecho, muchas de las oraciones, ejercicios y técnicas incluidas en esta web incluyen el uso de velas.
Las velas y otras luces nos recuerdan que podemos poner nuestra «confianza en la luz, de manera que podamos llegar a ser hijos de luz» (Juan 12:36).
Adicionalmente, tener una vela encendida mientras oramos o realizamos otro ejercicio espiritual puede servir para que concentremos nuestras oraciones y pensamientos en Dios, Jesucristo o los Ángeles como seres de luz. En este sentido ayudan a generar el ambiente adecuado para orar o meditar.
Es por ello que encender velas consagradas es coherente con las nuevas tendencias de misticismo y espiritualidad, y se incluyen en muchas experiencias meditativas. Encender una vela simboliza llevar la luz a nuestros deseos o plegarias. Es así como la presencia de las velas reviste tal importancia y simbolismo que se han usado desde siempre y se siguen utilizando en todo tipo de rituales
Lo importante aquí es justamente el término consagración. Hablamos de velas consagradas porque se encienden frente a un altar, o una imagen que representa a la Virgen, un Ángel, un Santo. Se consagra a luz de esa vela a ese ser. Las velas votivas tiene más o menos la misma función, pero no necesariamente se ofrecen a un altar sino como pago de alguna promesa.
De esta forma el encendido de una vela tiene un significado preciso. La clave es tener claro para qué se enciende el cirio.
Las orientaciones para consagrar las velas tienen que ver con otros simbolismos, como untarlas con aceites esenciales, usar determinados colores de cera, entre otros. Esto permite hacer más clara la intención con la cual se utiliza el cirio.
¿Podría ser mal utilizada la luz de una vela?
Ahora bien, hay quienes sostienen la idea de que encender una vela es peligroso porque puede ser tomada por cualquier ser, principalmente los de la oscuridad, sobre todo si no está consagrada.
Se dice además que un desencarnado en el astral, por ejemplo, podría confundir la luz de vela con la luz verdadera y perderse en ese plano.
Sobre este tema, mis guías dicen que una vela consagrada -entiéndase como aquella que ha sido dedicada u ofrecida a algún ser o dedicada a alguna intención- no puede ser utilizada por otro.
En cuanto a los desencarnados, no parecen confundir la luz de la vela con la luz verdadera, salvo que alguien se las ofrezca como sustituto. Esto suelen hacerlo quienes trabajan magia negra con difuntos. Para ayudar a un desencarnado con una vela lo recomendable recomendable es establecer claramente la intención de que esa luz lo guíe a la luz verdadera.
Tampoco es posible que una vela no consagrada (aquella que se enciende sin ser ofrecida a nadie o a nada) sea utilizada por ningún ser en un ningún plano energético o espiritual.
Esta vela solo se consumirá y cumplirá una función en este plano y en el etérico: iluminar, aromatizar, crear una atmósfera de relajación, de romanticismo, etc. De cualquier forma cuando las encendemos con algunos de estos propósitos ya se tiene alguna intención, aunque no necesariamente sea espiritual.
Es bueno aclarar que el fuego de la vela es especialmente útil para limpiar espacios físico-etéricos, eliminado residuos energéticos o cargas negativas y astrales (emociones densas).
En torno al uso de velas tanto en rituales de magia negra (puede ser dedicada a un ser de la oscuridad) recordemos que la vela es solo un instrumento. El fuego de la vela es gobernado por los elementales de la naturaleza (elementales del fuego).
Son estos elementales los que permiten su activación. Se trata de seres neutros (ni buenos ni malos) que solo obedecen la petición de encendido. Si la intención es hacer daño, pues aquí entrará en operación la ley de causa y efecto (karma) para quien mal utilice a los elementales. Por otro lado, si la intención es buena, los elementales actuarán en consecuencia y ayudarán a reforzar la energía.
Por respeto a los elementales es que se aconseja encender las velas con fósforo y no con yesquero (para simbolizar un encendido más natural), además de no apagarlas con un soplo.
La función de las velas es simbólica
El uso de velas en la oración por sí solo es inocente y su función es mayormente simbólica y como un refuerzo a la intención. El peligro consiste en atribuirles un poder que simplemente no poseen.
En el mundo actual de prisas, ha habido un resurgimiento de la espiritualidad celta, una adoración más reflexiva y sin prisas que a menudo fomenta el encendido de velas al comienzo de espacios personales de oración, lectura de textos espirituales y meditación.
En combinación con el incienso también contribuye a purificar el espacio físico que se utiliza para orar o meditar, como se dijo anteriormente.
Esto no se hace porque la luz de la vela traerá a Dios o los Ángeles de repente cerca de nosotros, sino para ayudarnos a limpiar el espacio físico, retirarnos y crear un rincón especial y tranquilo, donde podamos concentrarnos.
Se crea una atmósfera etéricamente limpia y agradable para establecer comunicación con otras dimensiones de luz. Algunas personas lo encuentran muy útil, aunque a otras esto las distrae.
Lo que las velas no pueden hacer es sustituir la oración o el ejercicio. Tampoco pueden hacer que nuestras peticiones sean más poderosas o efectivas, o añadir algo a nuestro trabajo espiritual, o quizás orar por nosotros de alguna manera.
Se cree, por ejemplo, que las velas encendidas en una iglesia católica hacen que la oración del que ora continúe mucho tiempo después de que ha salido de la iglesia. Se supone así que la mientras esté encendida la luz la oración se sostiene.
Lo que ocurre en verdad es que si la fuerza de nuestra intención se desvanece rápido, el hecho de que la luz de la vela permanezca encendida por horas no añadirá nada. Por el contrario, si la fuerza de la intención se sostiene, incluso después de que se haya apagado la vela, es más probable que el ejercicio haya cumplido su función.
La esencia de todo es pedir y hacer el trabajo con el corazón, movilizar la energía de nuestra aura y enfocarse en lo que se desea para hacerlo realidad.
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