Contaminación aurica y relaciones sexuales

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En este artículo abordaré un tema tabú, tanto dentro del campo del autoconocimiento y la espiritualidad, como en el ámbito religioso: las relaciones sexuales.  A lo largo de milenios se ha rodeado el sexo de un halo de misterio y pudor, convirtiéndose para la humanidad en motivo de fascinación y  rechazo, al mismo tiempo.



Siendo las relaciones sexuales la vía natural para la reproducción y el nacimiento de nueva vida, se comprende su importancia para la sobrevivencia de la especie. Sin embargo, la visión de rechazo se sigue observando en su asociación con el pecado y la culpa.

La sociedad actual, en su búsqueda por romper con viejas creencias, intenta desmontar las creencias pecaminosas acerca de las relaciones sexuales, aunque arrastrando también consigo  las precauciones espirituales en torno al sexo, viéndolas sólo como prurito moral, sin saber que su objetivo oculto es el cuidado de la anatomía energética. 

En ambos casos, priva la ignorancia sobre las implicaciones energéticas y espirituales, y el resultado ha sido el moverse de extremo a extremo, pasando del recato pudoroso y el celibato autocastigante sin sentido, al excesivo liberalismo sexual, también sin sentido. 

El sexo, desde la perspectiva espiritual y esotérica, se estudia como parte de Ley de Generación, cuyo axioma dice que “en todo está el género; todo tiene sus principios masculino y femenino; el género se manifiesta en todos los planos. En el mundo físico este principio se manifiesta como «sexo», y en los planos superiores toma formas más elevadas, pero el principio subsiste siempre.” 


 Al ser entendido como parte de la Ley de Generación, el sexo explica el proceso de creación en todos los niveles, entendiéndose que todo proceso creativo implica la unión de lo femenino y lo masculino; además de que -por Ley de Correspondencia-  está unión ocurre en todos las dimensiones al mismo tiempo (como es arriba es abajo, dice el axioma)

El acto sexual, en consecuencia, tiene repercusiones en todos los planos y cuerpos, desde el físico, emocional, mental y hasta el espiritual; lo cual ya de por sí explica la importancia de un mayor cuidado en la selección de las personas con quienes se sostienen relaciones íntimas.


El desconocimiento de tales implicaciones ha llevado al liberalismo extremo, considerando al sexo solamente como un impulso físico que es imperante satisfacer, en pos de una autogratificación muy valorada en la sociedad moderna. 

«Ser atrayente  y “libre” sexualmente es la moda actual, y se vive en busca de valores sensoriales. A falta de una manera más profunda de vivir, nos sumergimos en el placer de los sentidos como una fuga, y el sexo es el mayor de esos placeres. La sexualidad, que debería ser un puente en niveles más elevados de conciencia, se pierde en el instinto y en el apego sensorial, y equivoca el objetivo correcto que debería ser la espiritualidad y el vínculo espiritual/amoroso entre dos seres.


Las posibles consecuencias de la sexualidad, entendida solo como necesidad fisiológica y práctica autogratificante, son harto conocidas: hijos no deseados y enfermedades de transmisión sexual. Para disminuir tales riesgos han surgido técnicas de prevención. Sin embargo, las consecuencias espirituales, y sobre todo energéticas, son desconocidas y subvaloradas. Lo lamentable es que para disminuir tales riesgos no existen ni condones ni  métodos anticonceptivos energéticos. 


Dado que en el acto sexual no sólo se mueven las energías físicas, vamos a evaluar cómo participan las energías de los campos invisibles, empezando por las más cercanas: las etéricas, las emocionales y las mentales, todas parte de nuestro campo aurico.




El intercambio a través del aura

El aura tiene de por sí una defensa natural, como la  piel, lo que le permite separar energéticamente un cuerpo aurico de otro, aun cuando estén en contacto. En el metro, por ejemplo, aunque vamos apretados, las auras se tocan y puede haber un mínimo intercambio energético; pero, debido a esta cualidad intrínseca defensiva, nunca se mezclan. 

Siempre que los cuerpos se unen en un beso, un abrazo o incluso en un simple toque, se produce un intercambio de energías. Si la unión es sensual, en un beso apasionado o en un acto sexual, la liberación energético-informativa hormonal que se verifica estimula todas las células del cuerpo y hace que la transferencia energética sea mucho más intensa.



Como en el acto sexual lo que se persigue es la unión, las defensas bajan, las auras de las dos personas se fusionan y la energía se mezcla.

 Se presenta entonces un intercambio íntimo de fluidos vitales, hormonas y energía sutil. El clímax, en el orgasmo, es el ápice en la formación de un vínculo energético entre los miembros de la pareja. Se crea, entonces, una memoria energética celular común, un evento que vincula permanentemente a los dos compañeros.

Desde este punto de vista no hay sexo seguro, pues siempre habrá intercambio y vínculos energéticos que harán al compañero (a) permanecer en nosotros. 

De esa forma, como dentro de la experiencia sexual hay un intercambio químico, hormonal y energético profundo, si el acto sexual se practica con personas fuera de sintonía con nuestra frecuencia personal, toda la “basura energética” de aquella persona vendrá a desarmonizar nuestra vibración, sobre todo larvas, parásitos y entidades astrales.  

El intercambio emocional y mental 
Las emociones predominantes durante el acto también se traspasan de un campo energético a otro. Por ejemplo, si dormimos con una persona malhumorada, con crisis de depresión o con mucha ira, pasamos a vivenciar esas pesadas emociones. Muchas veces, inclusive, empezamos a presentar su mismo comportamiento… 


Las energías sexuales son tan potentes que durante el orgasmo se abre un pequeño portal a otros planos, principalmente hacia el astral, por ser el más cercano a la dimensión física. Si las relaciones son movidas por emociones densas, como la rabia, la lujuria o el morbo, la energía se distorsiona y puede atraer entes astrales negativos que penetran nuestras auras. 


Asimismo, si ninguno de los dos porta basura energética pero se practica sexo sin amor, la carga de baja vibración perturba el campo electromagnético y genera suciedad en el aura. Lo mismo pasa con los pensamientos negativos. El estado emocional y mental que experimentemos a la hora de la relación, es lo que vamos a implantar en el otro.  


Mientras más baja la vibración de la pareja, el portal que se abre hacia otros planos tiene menos potencia y sólo llega a los subplanos astrales más bajos. 

Por el contrario, cuando se está realmente enamorado y se manejan emociones de alta calidad vibratoria, el intercambio es hermoso y es posible que el portal alcance planos más elevados del astral, e incluso, las dimensiones más sutiles y superiores. 


Y aunque también se producen intercambios energético densos, si uno de los dos o ambos no están muy limpios (lo que hasta cierto punto es natural, pues interactuamos en el plano físico),  la energía del amor y la fidelidad va limpiando los campos poco a poco, aun cuando por un tiempo se compartan las cargas. 


De ahí la importancia de generar vínculos emocionales sanos y tomar un tiempo para conocer e involucrarse en sentimientos de amor con alguien, previo a tener sexo. La idea es que el sentimiento de amor (no la pasión, ni el deseo, ni la química) tenga prioridad en la relación, para así poder llegar a la intimidad.


Al participar en el vínculo una cualidad energética más elevada, se busca garantizar la transmutación de las cargas etéricas, astrales y mentales inferiores, tanto personales como de la pareja. Ese es el verdadero papel que juega el amor en las relaciones sexuales, más allá del simple romanticismo. Este rol se potencia si la pareja, además de amarse, constantemente se realiza limpiezas energéticas y espirituales.

Escrito por Glenda González

fuentes consultadas:
http://www.circuloixchel.com/
http://www.somostodosuno.com/





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